Quedamos en Madrid.
Te distinguí entre la gente mucho antes de llegar a tu lado:
te alzabas como una victoria entre tanta mediocridad;
sobresalías entre la muchedumbre como un grito de esperanza,
como una mota de color en un mar en blanco y negro.
Me acerqué a ti a cámara lenta, era hora punta,
y la gente corría en mil direcciones a la vez sin llegar a ninguna a tiempo;
pero tú, ahí, quieto, tenías muy claro hacia dónde querías ir.
Y me llevaste contigo.
Y me demostraste que a tu lado la vida es otra cosa,
que por muy pequeños que sean los pasos que damos,
serán enormes porque vamos en la dirección correcta.
Me enseñaste
a bailar a oscuras,
Convertiste
los Domingos en el mejor día de la semana,
Aprendí
a mirar hacia las estrellas
y a acariciarlas mientras me acaricias.
Atocha,
Gran vía,
Tirso,
y El Retiro,
de la mano.
A día de hoy,
sé, que Madrid, es Madrid,
porque tú estás en ella.
Y yo soy yo
porque tú estás en mí.
Lo supe. Cuando te vi entre el bullicio.
Cuando aún no había llegado a ti.
Supe que ya no iba a dejar de quererte.
Que entre todos,
eres tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario