martes, 13 de mayo de 2014

A la de tres, apareces.

¿Dónde está? Juro que yo lo llevaba conmigo, que lo dejé aquí, a tu lado. 

¿Pero cómo no lo has podido ver? Eso es como perder la cabeza, es imposible. 

Es que lo necesito. Lo necesito para saber que todavía estoy aquí, que aún no han podido conmigo. Lo necesito para vivir(me). 
       Ayúdame a encontrarlo. 

Debería estar taladrándome aquí dentro, como siempre.
Por miedo
sorpresa
felicidad
nervios
o taladrándome a secas
yo-qué-sé.
Pero aquí, no por ahí perdido. 


¿De verdad que no lo has visto?
                                                          -Venga, si cuanto antes lo encontremos antes te podrás marchar-

Es que estaba justo ahí. 
¿No te acuerdas cómo jugabas con él hace un rato? ¿Lo bien que os lo pasabais los dos juntos? Haz memoria, era contigo con quien más tiempo compartía. 
Acuérdate de cómo te gustaba cambiar su ritmo y que por poco se me saliese por la boca,
acuérdate de cómo me lo robabas algunas noches y me lo devolvías por las mañanas con más fuerza que nunca. ¿Te acuerdas ya? Era bonito, ¿verdad?

Bueno, bonito hasta que se te escapó y se rompió en mil pedazos, claro. Es lo que tiene ir por la vida haciendo malabarismos con lo que no es tuyo, 
es lo que tiene caerse y en vez de usar una sola mano para agarrarte usar las dos,
soltar la mía,
y que yo sola caiga al precipicio. 
¿Pero tú te has salvado, no? Ya, en eso consiste tu vida. 



En fin, ¿de verdad que tú no, pero si...

...Mierda.
                 Ya lo veo. 





Lo sabía. 

¿Podrías devolvérmelo, por favor? Es que mi corazón es mío y de nadie más.
Gracias.














viernes, 9 de mayo de 2014

Nuestra particular historia de nunca acabar.

Ayer estuve a punto 
de quererte
de saberte
de tenerte.

Ayer estuve a punto de pisarte los pies en medio del improvisado baile que hicimos en tu salón. 

Estuve a punto de cerrar heridas
esconder precipicios 
cantar sin miedo. 

Ayer estuve a punto de tocarte
el corazón,
tu verdad,
tu lado oscuro.

Ayer estuve a tres latidos de ti,
a dos de grabarte a pulso en mi piel,
a uno de no irme jamás.

Ayer entendí que no es que valgas la pena,
es que tú vales toda la alegría que hay en este mundo.

Y digo ayer refiriéndome a todos los días vividos menos hoy.
 Digo ayer sabiendo que mañana dentro de dos días volverá a ser ayer. 
Ya ves que tampoco me preocupa demasiado el futuro: en unos días será pasado;
lo que me preocupa es que pasado siempre va a haber: siempre va a haber un ayer,
y en cada ayer vas a estar tú.
                       Eso sí que me preocupa.

¿Sabes por qué?
Porque ayer estuve a punto de 
ti.



-Si puedes, mañana, quédate,
para que pasado esto no tenga ningún sentido
y este casi pero no 
se convierta en un 
me dejé los labios en tu piel-










miércoles, 30 de abril de 2014



Menos mal que aún quedan héroes.


Héroes que no necesitan ningún traje para salvar al mundo, tan sólo una sonrisa enorme.
Héroes que llenan de vida los parques, 
las esquinas de nadie,
las plazas sin nombre,
los hospitales,
las avenidas y las calles,
el semáforo en frente del kiosko que dura 36 latidos en ponerse.

Pueden entrar en tu vida cuando a la casualidad se le antoje, 

porque están en cualquier parte;
no hablo de héroes de película,
ellos son héroes de calle. 

Héroes que no esperan a ningún día señalado 
para recordarte que están ahí. Contigo. 
 Día a día,
mes a mes, 
estación a estación,
corazón con corazón.
 Héroes que te regalan flores porque sí.

Hay muchos, y cada uno salva al mundo como puede.
El mundo les necesita.

Ellos dan sin tener.
Y sin tener nada, comparten contigo lo mucho que tienen:

Confianza. Esperanza. Fe. Coraje. Superación. Entrega. Admiración. Respeto. Felicidad. Abrazos. Cariño. Besos. Generosidad. Solidaridad. Ternura. Atención. Amistad. Paciencia. Sinceridad. Carisma. Recuerdos. Sueños. Consejos. Risas. Protección. Fidelidad. Justicia. Libertad. Fuerza. Seguridad. Y Verdad. Mucha Verdad. 

Que sí, que dinero no les sobrará jamás,
pero les desborda el Amor.

Y saben salvar a la gente del error de creer que tener mucho tiene que ver con dinero. 

Los que luchan por sobrevivir, 
a los que les arrabatan todo de un día para otro,
pero no dejan que se lleven su esperanza;
los que se reponen de todos los desastres y siguen. 
Siguen sonriendo. 
Los que callan pero sus ojos les delatan
-porque apenas sí saben esconder tanta decepción y tanta tristeza-;
los que de verdad no tienen motivos para levantarse 
porque este mundo no es justo y da golpes a diestro y siniestro,
pero se levantan y luchan. Y luchan. Y mueren luchando. 
Los inocentes que pagan los caprichos de quienes mueven todo movidos por su dinero -que no amor-. Por desgracia.
Los que estallan y gritan para luchar por lo que es suyo, y se suben a lo más alto para que les escuchen bien, aún sabiendo que cuánto más suban más jodida va a ser la caída.

Ellos también son héroes. 



Y tú, que estás leyendo esto, dime:

¿de qué color es tu capa?






martes, 8 de abril de 2014

Todo lo que soy



Poco a poco los versos van arrancándome y sacando a la luz todo lo que nadie sabe.
Poco a poco van desgarrándome las entrañas y haciéndome transparente a los ojos de quien me lee.
Poco a poco van vaciándome, porque los derrumbes empiezan a rebosar(me). 

Ellos me acarician con compasión
y me besan en el corazón.
Se tumban conmigo las noches de desesperanza,
me escuchan con las palabras muy abiertas
y van escribiendo mi historia. 

Transforman en metáforas a la incertidumbre -que pesa más que cualquier pena-, a las esperas, a ti que nunca llegas, a quien llegó y no supo quedarse, a los malditos acordes que siempre me recuerdan que no me llegaste a cumplir -yo era tu promesa ¿recuerdas?-, a quien me arruina el día, a los de siempre y a los de nunca también, a las prisas de la frenética rutina, a los 'para siempre' que se acabaron al día siguiente;

pero también se esconden entre ellos el amor, las ganas, la música, el mar, la gente que me quiere y que quiero, la felicidad de instantes que olvidan el fracaso, las sonrisas sinceras -que no es poco hoy en día-, mis ganas de más, los atardeceres de mi ciudad, la luna, tú si me da(s) la gana, la valentía de los que arriesgan y ganan independientemente de si pierden o no, todo lo que el destino guarda en silencio para mí.

Nadie más sabe que de noche las lágrimas, hartas, se quitan con rabia su disfraz de sonrisa y empiezan a precipitarse, amargas, pesadas y lentas. Muy lentas. Tanto, que hay veces que sólo el sueño las gana y me vence. Por fin. 
Otras noches, ganan ellas, y me disfrazan el sueño de oscuro insomnio, y entonces entiendo el significado de eterno. 

Me ayudan a entender que a la de 3 nunca va la vencida si se trata de amor, 
que las segundas oportunidades no existen, se trate de lo que se trate,
que escribir feliz roza el pecado.
Pero también me ahogan las pesadillas, las peores, las que nada tienen que ver con estar dormida, 
me liberan y me dejan la boca con sabor a paz. 

Por eso les dejo que me roben el sueño para escribir un verso más, para encontrar la palabra exacta. 
Porque sé que esas noches desembocan en la tranquilidad de una mañana soleada. Esas noches se dan de frente con la inexistencia de desastres, y aturdidas, se encuentran con que el desvelo se les escapa de las manos, y no les queda más remedio que dejarme al sueño y a mí, a solas.

Así que ya sabéis: leedme bien, porque entre líneas está todo lo que soy.







jueves, 6 de marzo de 2014

Propongo un brindis por cada corazón roto.





Dime qué haces.
Dime si has olvidado tu portazo o si no entiendes el significado de un 'adiós'.

Como si así fueses a encontrarme, a llenar este abismo que me has dejado
a borrar todos mis suspiros provocados por tus dudas
y todas mis dudas provocadas por tus suspiros,
Vas, y vuelves.

Vuelves al lugar del desastre,
a regodearte en lo que has arrasado, 
que soy yo. 

No puedes destrozar todo para luego darte cuenta de que es a mí a quien buscas al doblar en cada esquina.
No puedes pretender que sea yo quien aparezca en cada esquina que dobles después de haber destrozado todo.
No puedes.

Aprende a aceptar que nuestras canciones ya no nos canten a nosotros
y que nosotros ya no seamos tú y yo. 
Aprende a aceptar que los bares ya no nos esperen, 
que los domingos ahora no sean más que eso: domingos inútiles
y que ya no haya amanecer que valga la pena. 
Pero sí haya pena que valga, que asfixie, en cada amanecer. 

Aprende a perder(me). 
Porque has sido tú quien no me ha sabido ganar.

Dime, quién te crees. 
Por qué vuelves.
Para qué. 
Como para recordarme todo lo que no hemos sido, para incumplir más todas tus promesas.
O quizá para dejar en evidencia tu evidente indiferencia.
No sé, dime. 
Si lo que buscas es que cada noche tenga que escribirte para que no me estalles
y que de día tenga que enterrarte un poco más.
A ver, dime a qué has venido.


Ojalá te tropieces una y otra vez con la triste realidad de no tenerme
y te caigas al comprender que tú has vuelto, 
pero yo me he ido. 
Que te tiendan la mano para ayudarte y entonces recuerdes las mías y te preguntes a quién se aferrarán ahora, 
y veas tu reflejo en los escaparates y me eches de menos a mí, a tu lado. 
Y te duela, te duela tanto como me dolió a mí la noche de tu portazo, y la siguiente, y la siguiente también. (Y tantas noches)
Ojalá tu almohada te amenace a insomnios por todo lo que dijiste pero no hiciste,
y cuando por fin duermas, me sueñes a mí.
Ojalá. 

A ver si así entiendes de una vez que duele que te vayas,
pero que vuelvas duele más.


Y te lo deseo así, 
con todo el cariño que ya no te tengo,
con todas las ganas que ya no me quedan, 
con todo el corazón que tú me has roto. 
Pero tranquilo, no es que te desee lo peor,
porque lo peor ya ha pasado,
y eras tú. 




miércoles, 26 de febrero de 2014

No ser, no estar y desaparecer.

Yo te escribo, 
pero el poema eres tú.
Yo te escribo,
pero el p(r)o(bl)ema eres tú.

Y digo problema,
porque hasta la poesía cae rendida
a cada verso
ante tu maldita indiferencia.
Y digo indiferencia
por llamar de alguna manera
a esto maldito desastre
que soy yo.
En el que tú me has convertido


Yo te escribo,
pero cada verso que se rompe y acaba en desvelo,
eres tú.
Tú y esa manía de tu boca 
de mirarme a los ojos
y de romperme el pecho
mientras -tu boca- me sonríe la vida.
Tú y ese desamor que te rodea,
que te estalla en los ojos,
que no te deja quererme.


No has sabido estar a la altura de tus 'ojalás'.
Han salido de tu boca
sin el valor que se necesita
para venir aquí y hacerlos verdad.
Y hacerme verdad a mí.

En su defecto;
nos has convertido en mentira.
Y no sólo no has venido:
has huido.


No sé cuánta paciencia me queda,
ni cuánto corazón,
pero empiezan a pesar 
todas las veces que te he deshojado
y en ninguna me has querido.

No sé cuántas fuerzas me quedan
pero sí que estas son las últimas que gasto 
en soplarte -como si de mi deseo te tratases-
y en sentarme a esperar
a ver si esta vez sí;
Y te me cumples, por fin.






lunes, 17 de febrero de 2014

Hasta que los daños nos superen.

Llegaste para no quedarte.

Llegaste con el único,
         y estúpido
propósito
de convertirte en recuerdo,
de anclarte a mi pasado,
mientras yo, y mi imaginación,
ya dábamos por hecho un futuro contigo.

Dime 
dónde has dejado las llaves
de todas las puertas que me supiste abrir;
cómo diste con esos ventanales
con vistas preciosas hacia mí;
por qué ahora lo cierras todo
a mi también,
en silencio,
mientras te vas.

Y en fin.
Ahora qué 
si nos hemos perdido
tú a mí
y yo
a ti y a mí.

Voy a quedarme quieta. Muy quieta.
Hasta que (te) me pases.
Y voy a llorar, pero no por ti,
sino por la tristeza de este 'nosotros'
que se ha quedado temblando;
por este 'nosotros' que una vez fuimos tú y yo,
pero ahora tan sólo quedamos yo y mis desastres.




Que siempre he odiado los finales abiertos,
pero esta vez ya tenemos bastante con el nuestro
como para encima cerrarlo.
Así que vamos a dejarlo en un
No fueron felices porque,
sencillamente,
dejaron de ser.