miércoles, 8 de octubre de 2014



Amanece. Me levanto. Con suerte, dentro de unas horas estaré despierta.

Mi rostro se refleja en el espejo al atravesar la habitación. 

Hago caso omiso del reloj que me reprocha lo tarde que es -cómo no- y me quedo quieta, observándome. 

Mi reflejo también me observa a mí, y me reprocha: 


"Mírate, mírate bien, con todas tus ganas acumuladas ahí, en las ojeras y en los moratones de las rodillas. Te he dicho mil veces que deberías confiar en mí y en nadie más..." 


Y una vez más, vuelve a tener razón. Claro que la tiene, pero es que mi niña interior es kamikaze, no hay otra explicación. Por más que me lo prometo no puedo sentir menos y pensar más, sobre todo en las consecuencias de dejarme llevar. 



-Y las consecuencias, cuando llegan, queman y arrasan-


Continúo observándome. Tengo una línea que me recorre de pies a cabeza a modo de cortafuegos. Con el tiempo, una aprende a arder por partes,a permanecer entera.Aprende a salir ilesa de los incendios. 


Tengo también, en la mirada, marea alta de incertidumbres, 

y en el estómago, cadáveres de mariposas. 

Tengo demasiados motivos pendientes,

y excusas cada mañana. 

Tengo todo y nada a la vez, que por otra parte, es suficiente. 


Pero no tengo suerte. No. 

Definitivamente no la tengo. 
En todo caso me tiene ella a mí y me golpea a sus anchas. 

Y tengo miedo. Mucho miedo y muchos miedos:  Miedo a nada en general y a todo en particular. 


Porque, por encima de todas mis cualidades y debilidades, soy humana. 


Me aparto del espejo. Cojo el pintalabios más rojo que tengo y escribo en el espejo la frase que debería tener marcada en la cabeza. 

Me visto corriendo y me voy. Vuelvo a llegar tarde, pero esta vez, llego libre de miedos. Se han quedado todos encerrados en el espejo, en doce palabras. 


"De lo único que he de tener miedo

es del propio miedo"




Gracias, Roosevelt, me has salvado. 








martes, 30 de septiembre de 2014

Confesionario en clave de mí.

Me pido perdón por perdonarme a destiempo. 

Por ingenua
por voraz en la vida en general
y en el amor en particular. 

Me pido perdón 
por querer reinventar la poesía 
en su boca. 
La vida se escribe con besos
y los versos escriben tu vida. 
        -Hay letras que establecen abismos-

Me pido perdón por el daño sin retorno;
por el intento patético de intentar incendiar
corazones helados; 
por coger el tren en la estación equivocada,
en dirección contraria a la razón; 
por ahogarme en el mar
repleto de preguntas sin respuesta
que llevo dentro. 

Me pido perdón por no querer a quien me quiso. 
Por no valorar a quien me ofreció sin miramientos y con las manos abiertas
el corazón,
y sin embargo querer de más a quien no me quiso
y salió huyendo
mientras el corazón volvía a crujir.  

La vida sería infinitamente más fácil si no me gustase lo imposible,
pero nací con una predilección salvaje por lo difícil. 

Me pido perdón por encontrarme 
en la sección de causas perdidas,
por intentar recomponerme en abrazos
que cortaban más que yo. 



Me pido perdón,
y me perdono. 

Simple y llanamente,
porque no conozco un antídoto mejor
para la infelicidad,
ni nada más sano
para el corazón. 







lunes, 22 de septiembre de 2014

Increíble pero incierto.

La seducción de una mirada 
que te atraviesa en el último vagón de metro. 

La perfección de dos cuerpos entrelazados
en cualquier callejón de Madrid. 

La suavidad de un beso 
que de repente detiene 
a Atocha en hora punta.  

La calma de saber que esta noche 
tu cama no espera vacía.  

La sumisión ante el único fuego
que arde pero no quema,
que nace y vive dentro de ti
pero tan sólo se alcanza dentro de él.  

La felicidad de que suene Sabina
mientras te coge la mano 
y recorréis Gran Vía 
a ras del cielo. 

La imprudencia de saberte 
invencible si está a tu lado;
La duda de si cuando deje de estar 
él te habrá vencido.

El interminable placer  
de su olor en tu ropa; 
la macabra ironía
de no saber si mañana se irá
y no volverás a verle más. 

El suicidio de saber
que cualquier beso de despedida
puede ser el último.



El deseo mata, 
pero la muerte logra que vivamos con intensidad hasta el final. 









jueves, 4 de septiembre de 2014

He bailado contigo. Me has pisado los pies y el corazón.



Una de dos. 
O falta de tacto 
o poco corazón. 
Dime cuál es tu problema. 

Y cómo puede ser que la misma boca de la que estuve colgada una noche
y siete vidas
ahora sea una maldita mentirosa. 

Explícame qué sentido tiene vivir en una sonrisa si tu corazón brilla por su ausencia. 
Explícame qué ganas yendo por ahí adueñándote corazones que después rompes sin compasión. 


Aunque quizás deberías saber que esta vez no te has salido con la tuya
porque tus ganas
tu felicidad
hasta tu inspiración 
ahora son mías, estás vacío, 
y puede que algún día sepas volver a abrir camino entre tú y yo,
incluso puede que todo lo que te he robado vuelva a su origen 
pero créeme
yo no volveré.
Y tú, a ser el mismo, tampoco.
 Jamás. 

Hay mapas con el camino de vuelta a personas
que es mejor quemar. 
Tú has quemado el camino de vuelta a ti mismo. 

Dime la verdad
de todo lo que has mentido. 
O no. Mejor: Tú sigue viviendo en el silencio. 

Me gusta, me encanta, cuando callas
porque no me mientes. 

Atraes
enamoras
destruyes
matas
y huyes 
esa es tu vida. 

Y he de decirte que tan sólo los cobardes aprovechan el silencio para huir. 

Pese a todo síentete orgulloso. Deberías estarlo. 

Ya no eres quebradero de cabeza
ni duda inexplicable
ni baile sin música
ni sollozos a media noche.

Nada de eso. Ahora eres todo lo que siempre mereciste ser: 
un recuerdo. 
Un recuerdo cada vez más borroso
con el que alguna noche salgo a bailar 
y no deja de pisarme los pies. 
Pero recuerdo al fin y al cabo. 

Eso es todo lo que eres para mí. 
Nada más. 








jueves, 28 de agosto de 2014

Su escandalosa forma de querer y otras historias para no dormir.



Imagina a una chica sentada al borde de su propio abismo
soñando
mientras balancea sus pies.
No teme la caída -dentro de sí misma-
a pesar de que su fondo es imposible de atisbar.

Tan sólo sonríe, no tiene miedo.  
Sonríe porque sabe amar 
y confía en las personas. 

Cree en la bondad y en que siempre hay alguien 
dispuesto a levantar los brazos para evitar sus golpes
contra un suelo que cada vez tiene más espinas. 

Imagínalo. ¿Lo tienes?

Pues ahora imagina que el abismo en el que balancea sus pies
no es más que su día a día
y que la caída es la zancadilla diaria
que la vida le regala. 

Aquellos que abren los brazos cada vez que ella cae
y evitan sus golpes
no son más que personas con las que te cruzas todos los días por la calle
sólo que tú no lo sabes,
no te percatas.

Pero ella sí.

No es que tenga un sexto sentido,
es sólo que ella se para a observar
mientras la gente pasa corriendo a su lado.

Imagina a una chica con el corazón roto por todos los recovecos posibles e imposibles 
pero que sigue queriendo como si de una primera vez constante se tratara.
Una chica que se promete a sí misma que los destrozos 
no podrán con su fe en el amor jamás. 

Imagina a una chica frágil pero irrompible
de sonrisa fácil y lágrima enrevesada. 
Imagínala, ya sabe de la crueldad con que la realidad la despierta cada día 
pero sigue poniendo en práctica su inocencia 
como cerrando aposta los ojos para no ver lo evidente
y así dar segundas oportunidades
a gente que sabe desde el minuto uno que le fallará. 

Imagina a una chica que no cree en motivos, 
ni en palabras
ni en apariencias
tan sólo en hechos
versos
y besos. 

Imagínala, ella cree que algún día 
una sociedad entera
dejará de buscar una belleza impuesta por aquellos a los que no les conviene
que nos miremos felices al espejo
y aprenderá a encontrar belleza en cualquier detalle
para entender que todas las personas son bellas de por sí. 

Imagina una chica que no sueña con un futuro perfecto
pero sí con la felicidad. 
Que detesta la hipocresía de la gente con corbata y dinero
y confía en que algún día la paz será el día a día
y no una fantasía. 

Imagina a una chica que va buscando sonrisas por la calle
en vez de miradas de aprobación. 

Imagina a una chica que tiene miedo a cada paso que da
pero también unas ganas inmensas de volcar en las personas
alegría. 
Una chica que calla más que habla
que se pregunta más que responde
que llora 
mucho más de lo que ríe. 


Imagínala. 

¿La tienes? 
Pues me tienes.
Porque esa chica soy yo. 

viernes, 25 de julio de 2014

Inviernos en verano.



Me pregunto qué ropa llevarás hoy, 
y si habrás pensado en mí. 

Me pregunto dónde estarás, 
con quién  
(y por qué no es conmigo).

Si habrás sonreído, 
si estás tan guapo como siempre
o si has sido feliz. 

Me pregunto si has tenido ganas de mí,
si has ido a volar y no has encontrado tus alas. Y no has sabido. No sin mí. 

Igual has querido acabar con esto y no has encontrado la forma. No sé. 

Me pregunto en qué pensarás ahora, 
si lo que tienes entre esos labios que antes me acariciaban la vida
es un adiós o si mantienes tu para siempre.

Me pregunto por qué eres tú la respuesta a todo lo que me pregunto. 

Y me pregunto también dónde te habrás llevado mi corazón,
si lo habrás tratado un poco mejor. 


Yo tan sólo quería decirte 
que me parece irrelevante la ropa que llevo hoy 
pero no todas las veces que he pensado en ti
porque han rozado lo prohibido. 

Que he estado acompañada, 
pero mi mayor ausencia -tú-
se ha venido conmigo allá donde he ido. 

Que sí, que he sonreído, pero sonreír sin ganas es llorar  
y llorando tanto no se puede ser feliz. 

Quería decirte que he ido a volar
y me he estrellado contra el asfalto. Y que no, que no puedo. No sin ti. 

Que no he tenido el valor de enviar
lo que he reescrito infinitas veces. 

Y entre mis labios tengo dudas, decepción y poca esperanza, 
en vez de tenerte a ti. 

Quería decirte también que mi corazón sigue estando allí donde tú estés, 
y bueno,
que un día sin saber de ti dura lo mismo que el más frío invierno
y ya he perdido la cuenta de todo lo que ha(s) nevado. 

Tan sólo era eso, nada más. 



miércoles, 23 de julio de 2014



Como un balón viejo y descosido que apenas sí rueda pero con el que sigues jugando por el cariño de tantos años;

como una canción que no te gusta, pero se pega;

como la carta que no supiste quemar en su día, y que ahí está, escondida en el último cajón la estantería,
y ahí estás tú, temblando cada vez que intentas volver a leerla, pero no, aún no es el momento, releer sería revivir y eso supondría una catástrofe emocional; 

como perder el último tren; 

como una caricia que duele;

como la incertidumbre que no deja enviar un mensaje que evite el último adiós,
o el error de enviarlo cuando ya es demasiado tarde;

como un te quiero a deshora; 

como decidir que te vas y que justo ahí pongan tu canción favorita; 

como volver a empezar algo que acabó hace mucho tiempo; 

como escribir pensando en una persona aun sabiendo que jamás te leerá;

como la duda que surge justo cuando el profesor abandona el aula; 

como regresar y comprobar que ya nada es lo que era y que ya nadie te espera; 

como la frase que se queda haciendo eco en tu cabeza y no en tu boca; 

como una mala noticia en un buen momento; 

como una incertidumbre sin respuesta; 

como un final contado antes de tiempo; 

como llegar cuando ya todos se han marchado; 

como una fiesta sin globos. 



Perdóname, pero he intentado describirte mejor y no he sabido. 

Esto es todo lo que puedo decir de ti. 
Esto es todo lo que puedo decir de mí, contigo. 



domingo, 29 de junio de 2014

Piénsalo.



Ahora mismo un vuelo despega hacia la eternidad
a la vez que ésta aterriza en la vida de alguien. 

Piénsalo. 
En este instante está amaneciendo y anocheciendo, 
algunas flores pudriéndose y otras floreciendo, 
gente haciéndose el amor y otra deshaciendo el amor de su vida. 

Alguien se está retorciendo de dolor,
otros de deseo, 
y quién sabe si de felicidad. 

El mismo viento que levanta faldas, 
vuela tejados; 
el mismo mar que te acaricia la piel,
puede destrozar una ciudad entera.

Piénsalo.
Ahora mismo hay gente quejándose por un partido perdido
y gente perdiendo la vida. 

Un metro está llegando ahora mismo a la última estación, 
una persona a su último latido, 
dos enamorados al último adiós. 

Un chico se baja en la última estación para verla a ella 
mientras ella despega con otro
hacia la eternidad. 
Ahora.

Hay dos personas acostándose,
quién sabe si en alguna azotea,
quién sabe si rozando el cielo. 

Hay una chica soñando con alguien que le salve de los Domingos, 
y ese alguien, con nombre y corazón, 
está levantándose en medio de una resaca de besos, de alcohol y de deseo.
Quién sabe si algún día la casualidad cruzará sus vidas.

Piénsalo. Hay gente jurándose que cambiará de vida, 
gente retomando vicios, volviendo a noches alcohólicas, 
gente cometiendo el error de su vida, 
olvidándose de sonreír,
gente llorando una vida entera,
olvidando sueños,
deshaciendo una vida perdida.

Decidme que entendéis la relatividad
y mentiréis. 





martes, 13 de mayo de 2014

A la de tres, apareces.

¿Dónde está? Juro que yo lo llevaba conmigo, que lo dejé aquí, a tu lado. 

¿Pero cómo no lo has podido ver? Eso es como perder la cabeza, es imposible. 

Es que lo necesito. Lo necesito para saber que todavía estoy aquí, que aún no han podido conmigo. Lo necesito para vivir(me). 
       Ayúdame a encontrarlo. 

Debería estar taladrándome aquí dentro, como siempre.
Por miedo
sorpresa
felicidad
nervios
o taladrándome a secas
yo-qué-sé.
Pero aquí, no por ahí perdido. 


¿De verdad que no lo has visto?
                                                          -Venga, si cuanto antes lo encontremos antes te podrás marchar-

Es que estaba justo ahí. 
¿No te acuerdas cómo jugabas con él hace un rato? ¿Lo bien que os lo pasabais los dos juntos? Haz memoria, era contigo con quien más tiempo compartía. 
Acuérdate de cómo te gustaba cambiar su ritmo y que por poco se me saliese por la boca,
acuérdate de cómo me lo robabas algunas noches y me lo devolvías por las mañanas con más fuerza que nunca. ¿Te acuerdas ya? Era bonito, ¿verdad?

Bueno, bonito hasta que se te escapó y se rompió en mil pedazos, claro. Es lo que tiene ir por la vida haciendo malabarismos con lo que no es tuyo, 
es lo que tiene caerse y en vez de usar una sola mano para agarrarte usar las dos,
soltar la mía,
y que yo sola caiga al precipicio. 
¿Pero tú te has salvado, no? Ya, en eso consiste tu vida. 



En fin, ¿de verdad que tú no, pero si...

...Mierda.
                 Ya lo veo. 





Lo sabía. 

¿Podrías devolvérmelo, por favor? Es que mi corazón es mío y de nadie más.
Gracias.














viernes, 9 de mayo de 2014

Nuestra particular historia de nunca acabar.

Ayer estuve a punto 
de quererte
de saberte
de tenerte.

Ayer estuve a punto de pisarte los pies en medio del improvisado baile que hicimos en tu salón. 

Estuve a punto de cerrar heridas
esconder precipicios 
cantar sin miedo. 

Ayer estuve a punto de tocarte
el corazón,
tu verdad,
tu lado oscuro.

Ayer estuve a tres latidos de ti,
a dos de grabarte a pulso en mi piel,
a uno de no irme jamás.

Ayer entendí que no es que valgas la pena,
es que tú vales toda la alegría que hay en este mundo.

Y digo ayer refiriéndome a todos los días vividos menos hoy.
 Digo ayer sabiendo que mañana dentro de dos días volverá a ser ayer. 
Ya ves que tampoco me preocupa demasiado el futuro: en unos días será pasado;
lo que me preocupa es que pasado siempre va a haber: siempre va a haber un ayer,
y en cada ayer vas a estar tú.
                       Eso sí que me preocupa.

¿Sabes por qué?
Porque ayer estuve a punto de 
ti.



-Si puedes, mañana, quédate,
para que pasado esto no tenga ningún sentido
y este casi pero no 
se convierta en un 
me dejé los labios en tu piel-










miércoles, 30 de abril de 2014



Menos mal que aún quedan héroes.


Héroes que no necesitan ningún traje para salvar al mundo, tan sólo una sonrisa enorme.
Héroes que llenan de vida los parques, 
las esquinas de nadie,
las plazas sin nombre,
los hospitales,
las avenidas y las calles,
el semáforo en frente del kiosko que dura 36 latidos en ponerse.

Pueden entrar en tu vida cuando a la casualidad se le antoje, 

porque están en cualquier parte;
no hablo de héroes de película,
ellos son héroes de calle. 

Héroes que no esperan a ningún día señalado 
para recordarte que están ahí. Contigo. 
 Día a día,
mes a mes, 
estación a estación,
corazón con corazón.
 Héroes que te regalan flores porque sí.

Hay muchos, y cada uno salva al mundo como puede.
El mundo les necesita.

Ellos dan sin tener.
Y sin tener nada, comparten contigo lo mucho que tienen:

Confianza. Esperanza. Fe. Coraje. Superación. Entrega. Admiración. Respeto. Felicidad. Abrazos. Cariño. Besos. Generosidad. Solidaridad. Ternura. Atención. Amistad. Paciencia. Sinceridad. Carisma. Recuerdos. Sueños. Consejos. Risas. Protección. Fidelidad. Justicia. Libertad. Fuerza. Seguridad. Y Verdad. Mucha Verdad. 

Que sí, que dinero no les sobrará jamás,
pero les desborda el Amor.

Y saben salvar a la gente del error de creer que tener mucho tiene que ver con dinero. 

Los que luchan por sobrevivir, 
a los que les arrabatan todo de un día para otro,
pero no dejan que se lleven su esperanza;
los que se reponen de todos los desastres y siguen. 
Siguen sonriendo. 
Los que callan pero sus ojos les delatan
-porque apenas sí saben esconder tanta decepción y tanta tristeza-;
los que de verdad no tienen motivos para levantarse 
porque este mundo no es justo y da golpes a diestro y siniestro,
pero se levantan y luchan. Y luchan. Y mueren luchando. 
Los inocentes que pagan los caprichos de quienes mueven todo movidos por su dinero -que no amor-. Por desgracia.
Los que estallan y gritan para luchar por lo que es suyo, y se suben a lo más alto para que les escuchen bien, aún sabiendo que cuánto más suban más jodida va a ser la caída.

Ellos también son héroes. 



Y tú, que estás leyendo esto, dime:

¿de qué color es tu capa?






martes, 8 de abril de 2014

Todo lo que soy



Poco a poco los versos van arrancándome y sacando a la luz todo lo que nadie sabe.
Poco a poco van desgarrándome las entrañas y haciéndome transparente a los ojos de quien me lee.
Poco a poco van vaciándome, porque los derrumbes empiezan a rebosar(me). 

Ellos me acarician con compasión
y me besan en el corazón.
Se tumban conmigo las noches de desesperanza,
me escuchan con las palabras muy abiertas
y van escribiendo mi historia. 

Transforman en metáforas a la incertidumbre -que pesa más que cualquier pena-, a las esperas, a ti que nunca llegas, a quien llegó y no supo quedarse, a los malditos acordes que siempre me recuerdan que no me llegaste a cumplir -yo era tu promesa ¿recuerdas?-, a quien me arruina el día, a los de siempre y a los de nunca también, a las prisas de la frenética rutina, a los 'para siempre' que se acabaron al día siguiente;

pero también se esconden entre ellos el amor, las ganas, la música, el mar, la gente que me quiere y que quiero, la felicidad de instantes que olvidan el fracaso, las sonrisas sinceras -que no es poco hoy en día-, mis ganas de más, los atardeceres de mi ciudad, la luna, tú si me da(s) la gana, la valentía de los que arriesgan y ganan independientemente de si pierden o no, todo lo que el destino guarda en silencio para mí.

Nadie más sabe que de noche las lágrimas, hartas, se quitan con rabia su disfraz de sonrisa y empiezan a precipitarse, amargas, pesadas y lentas. Muy lentas. Tanto, que hay veces que sólo el sueño las gana y me vence. Por fin. 
Otras noches, ganan ellas, y me disfrazan el sueño de oscuro insomnio, y entonces entiendo el significado de eterno. 

Me ayudan a entender que a la de 3 nunca va la vencida si se trata de amor, 
que las segundas oportunidades no existen, se trate de lo que se trate,
que escribir feliz roza el pecado.
Pero también me ahogan las pesadillas, las peores, las que nada tienen que ver con estar dormida, 
me liberan y me dejan la boca con sabor a paz. 

Por eso les dejo que me roben el sueño para escribir un verso más, para encontrar la palabra exacta. 
Porque sé que esas noches desembocan en la tranquilidad de una mañana soleada. Esas noches se dan de frente con la inexistencia de desastres, y aturdidas, se encuentran con que el desvelo se les escapa de las manos, y no les queda más remedio que dejarme al sueño y a mí, a solas.

Así que ya sabéis: leedme bien, porque entre líneas está todo lo que soy.







jueves, 6 de marzo de 2014

Propongo un brindis por cada corazón roto.





Dime qué haces.
Dime si has olvidado tu portazo o si no entiendes el significado de un 'adiós'.

Como si así fueses a encontrarme, a llenar este abismo que me has dejado
a borrar todos mis suspiros provocados por tus dudas
y todas mis dudas provocadas por tus suspiros,
Vas, y vuelves.

Vuelves al lugar del desastre,
a regodearte en lo que has arrasado, 
que soy yo. 

No puedes destrozar todo para luego darte cuenta de que es a mí a quien buscas al doblar en cada esquina.
No puedes pretender que sea yo quien aparezca en cada esquina que dobles después de haber destrozado todo.
No puedes.

Aprende a aceptar que nuestras canciones ya no nos canten a nosotros
y que nosotros ya no seamos tú y yo. 
Aprende a aceptar que los bares ya no nos esperen, 
que los domingos ahora no sean más que eso: domingos inútiles
y que ya no haya amanecer que valga la pena. 
Pero sí haya pena que valga, que asfixie, en cada amanecer. 

Aprende a perder(me). 
Porque has sido tú quien no me ha sabido ganar.

Dime, quién te crees. 
Por qué vuelves.
Para qué. 
Como para recordarme todo lo que no hemos sido, para incumplir más todas tus promesas.
O quizá para dejar en evidencia tu evidente indiferencia.
No sé, dime. 
Si lo que buscas es que cada noche tenga que escribirte para que no me estalles
y que de día tenga que enterrarte un poco más.
A ver, dime a qué has venido.


Ojalá te tropieces una y otra vez con la triste realidad de no tenerme
y te caigas al comprender que tú has vuelto, 
pero yo me he ido. 
Que te tiendan la mano para ayudarte y entonces recuerdes las mías y te preguntes a quién se aferrarán ahora, 
y veas tu reflejo en los escaparates y me eches de menos a mí, a tu lado. 
Y te duela, te duela tanto como me dolió a mí la noche de tu portazo, y la siguiente, y la siguiente también. (Y tantas noches)
Ojalá tu almohada te amenace a insomnios por todo lo que dijiste pero no hiciste,
y cuando por fin duermas, me sueñes a mí.
Ojalá. 

A ver si así entiendes de una vez que duele que te vayas,
pero que vuelvas duele más.


Y te lo deseo así, 
con todo el cariño que ya no te tengo,
con todas las ganas que ya no me quedan, 
con todo el corazón que tú me has roto. 
Pero tranquilo, no es que te desee lo peor,
porque lo peor ya ha pasado,
y eras tú. 




miércoles, 26 de febrero de 2014

No ser, no estar y desaparecer.

Yo te escribo, 
pero el poema eres tú.
Yo te escribo,
pero el p(r)o(bl)ema eres tú.

Y digo problema,
porque hasta la poesía cae rendida
a cada verso
ante tu maldita indiferencia.
Y digo indiferencia
por llamar de alguna manera
a esto maldito desastre
que soy yo.
En el que tú me has convertido


Yo te escribo,
pero cada verso que se rompe y acaba en desvelo,
eres tú.
Tú y esa manía de tu boca 
de mirarme a los ojos
y de romperme el pecho
mientras -tu boca- me sonríe la vida.
Tú y ese desamor que te rodea,
que te estalla en los ojos,
que no te deja quererme.


No has sabido estar a la altura de tus 'ojalás'.
Han salido de tu boca
sin el valor que se necesita
para venir aquí y hacerlos verdad.
Y hacerme verdad a mí.

En su defecto;
nos has convertido en mentira.
Y no sólo no has venido:
has huido.


No sé cuánta paciencia me queda,
ni cuánto corazón,
pero empiezan a pesar 
todas las veces que te he deshojado
y en ninguna me has querido.

No sé cuántas fuerzas me quedan
pero sí que estas son las últimas que gasto 
en soplarte -como si de mi deseo te tratases-
y en sentarme a esperar
a ver si esta vez sí;
Y te me cumples, por fin.






lunes, 17 de febrero de 2014

Hasta que los daños nos superen.

Llegaste para no quedarte.

Llegaste con el único,
         y estúpido
propósito
de convertirte en recuerdo,
de anclarte a mi pasado,
mientras yo, y mi imaginación,
ya dábamos por hecho un futuro contigo.

Dime 
dónde has dejado las llaves
de todas las puertas que me supiste abrir;
cómo diste con esos ventanales
con vistas preciosas hacia mí;
por qué ahora lo cierras todo
a mi también,
en silencio,
mientras te vas.

Y en fin.
Ahora qué 
si nos hemos perdido
tú a mí
y yo
a ti y a mí.

Voy a quedarme quieta. Muy quieta.
Hasta que (te) me pases.
Y voy a llorar, pero no por ti,
sino por la tristeza de este 'nosotros'
que se ha quedado temblando;
por este 'nosotros' que una vez fuimos tú y yo,
pero ahora tan sólo quedamos yo y mis desastres.




Que siempre he odiado los finales abiertos,
pero esta vez ya tenemos bastante con el nuestro
como para encima cerrarlo.
Así que vamos a dejarlo en un
No fueron felices porque,
sencillamente,
dejaron de ser.





domingo, 9 de febrero de 2014

Desastres


Me dueles. 
Y este maldito invierno no se acaba nunca.
Y este Domingo se me antoja eterno.

Ya no sé 
si llueve ahí fuera;
o lluevo yo.
Ya no sé 
si hay tormenta
o si eres tú.


Para qué fingir más principios,
si finales sólo hay uno.
Y lo que venga después
serán intentos patéticos
por salvar al primero. 

Como si no hubiésemos tocado fondo;
Como si no nos hubiésemos hundido ya.

Y para qué seguir rompiéndonos.
Y para qué seguir.
Y, para.

Ya no quiero precipicios
si no me voy a subir a ellos
para gritar todos mis miedos

...y matar a los tuyos
uno a uno.




Como si de sentir no se tratase
voy a encontrarme
sin tener que pasar por ti.
Voy a encontrarme
antes de que me vuelvas a perder.







Me dueles.
Y este maldito invierno no acaba nunca.
Y este Domingo se me antoja eterno.


Así que ven 
y haz que deje de llover
-en mí y ahí fuera-.
Ven,
y bésame.








miércoles, 5 de febrero de 2014

Sonrisa suicida

Aquellos ojos tristes me miraron.
Lloraban.

Y ella temblaba.

-Es la sexta vez que me rompen el corazón


...supongo que me queda una última vida-
me dijo con ironía
 mientras dibujaba, inconsciente,
una sonrisa fatídica 
que terminó rompiéndose
en el suicidio más triste 
que he conocido.

...




No sé si será verdad, si vivirá por séptima vez.
Pero su sonrisa
murió aquel día.









domingo, 19 de enero de 2014

Puedo fingir que no me dueles
a cada instante en que no vienes.
Pero la verdad es que nunca se me ha dado bien fingir.

Puedo pedirle al reloj una tregua
para que deje de marcar
lo tarde que se nos hace 
a cada minuto que no (me) pasa(s).


Puedo poner mi sonrisa
más bonita
y mirar de frente 
a todos los desastres
de la vida.

Puedo tentarte,
mi suerte.
O besar cada uno de tus miedos
y cogerte de la mano 
para así entender el mundo.

Puedo salvarte de tus dudas
y salvar un silencio
a base de caricias.

Puedo llorar pétalos preciosos
por cada rosa
que no me han regalado.

Puedo.
Pero dime,
¿para qué?

Si yo lo único que quiero
es que me saques a bailar.