jueves, 9 de noviembre de 2017

Sobrevivir


Sonreí inocentemente
Confié sin dudarlo 
Entregué todo cuanto era

Insistí en rescatar personas insalvables
Creía hacer lo correcto,
y creí todo cuanto me hicieron creer

Me hice ilusiones
y ellas me deshicieron

Bailé descalza y sola
Reí a carcajadas y sin ganas

Supe que la verdad estaba ahí, pero la aparté de mí:
quise creer la mentira, 
vivir en ella

Vi venir el golpe, la caída,
y me dije a mí misma que todo saldría bien.


Pero no fue así.
Y cuando abrí los ojos era tarde:
La realidad me hizo tambalear,
me recorrió de arriba abajo
y me dejó vacía

Sin nada.
Y cada vez más lejos de mí

Me llenó la boca de amargura,
las noches de insomnio;
me caló los huesos con tanta oscuridad

...Y el amanecer nunca había tardado tanto en llegar.

Me rompí.
Lloré.
Por dentro,
 por fuera.
Creí tocar fondo, pero continué cayendo.
Estallé en mil pedazos
y me dio igual, me dejé arrastrar.
Sin rumbo, sumergiéndome en la corriente.


Pero continué.


Y eso es lo necesario: seguir siempre.
Al principio la dirección es irrelevante,
lo importante es hacia delante.

Y así me juré a mí misma
que nunca más.
Recogí como pude trozo a trozo y los uní con paciencia,
respetándome;
cuidándome.

Por primera vez confié ante todo en mí y no tanto en los demás.
Me hice a mí misma,
luché hasta encontrar las ganas,
construí una realidad en la que el dolor era soportable
y la mentira se distinguía con claridad de la verdad.

Claro que he cambiado, quién no.
Es imposible recomponer lo que se ha roto y dejarlo como antes;
habrá fisuras, 
y partes que se pierdan para siempre.


Claro que he cambiado, pero no hay nada malo en ello.
Cambiar es en realidad aprender a crecer.
Y crecer es imprescindible para sobrevivir.









miércoles, 22 de marzo de 2017



Te siento ahí,
justo ahí.
Siento la distancia cada vez mayor
entre el suelo y yo.

Te observo a lo lejos:
pese a la lejanía confirmo que manifiestas
numerosas cualidades que me encantaría poseer.

De pronto se me ocurre que los extremos encuentran su punto de equilibrio al juntarse.

La admiración que me invade mientras te acercas 
se autoproclama como un sentimiento
que nace de lo más hondo
y lo inunda todo con una apaciguada calma.

Te siento aquí,
justo aquí. 
Prefiero levitar a pisar.

Te miro, de cerca, sin que lo sepas:
como más me gusta.
Disfruto tus gestos, tus lunares, tu forma de ralentizar y acelerar el tiempo a la vez,
me rodea un cómodo silencio. 

Siempre he sentido la necesidad de comprenderlo todo. 
Sin embargo, disfruto no llegando a comprenderte del todo nunca.

Te quiero
y me quiero:
no has venido a rescatarme de nada.
Sigo siendo una niña pequeña que necesita salvarse a sí misma,
con tu ayuda, pero ella sola. 

Gracias, por cuidar mis miedos,
por no tenerles miedo,
por apagar la luz y sacarlos a escena y ridiculizarlos. 

Gracias, por enseñarme a no desistir.
Ahora sé que las mejores personas a menudo sufren las mayores injusticias
pero esto es un mero impulso para crecer;
también que las mejores promesas son las que no se escriben,
ni se dicen,
pero se mantienen constantes bajo la piel.


Te siento en mí,
justo en mí. 
Estallo en mil trocitos que me recorren de arriba abajo
confirmando 
todo en lo que siempre he creído.