Sonreí inocentemente
Confié sin dudarlo
Entregué todo cuanto era
Insistí en rescatar personas insalvables
Creía hacer lo correcto,
y creí todo cuanto me hicieron creer
Me hice ilusiones
y ellas me deshicieron
Bailé descalza y sola
Reí a carcajadas y sin ganas
Supe que la verdad estaba ahí, pero la aparté de mí:
quise creer la mentira,
vivir en ella
Vi venir el golpe, la caída,
y me dije a mí misma que todo saldría bien.
Pero no fue así.
Y cuando abrí los ojos era tarde:
La realidad me hizo tambalear,
me recorrió de arriba abajo
y me dejó vacía
Sin nada.
Y cada vez más lejos de mí
Me llenó la boca de amargura,
las noches de insomnio;
me caló los huesos con tanta oscuridad
...Y el amanecer nunca había tardado tanto en llegar.
Me rompí.
Lloré.
Por dentro,
por fuera.
Creí tocar fondo, pero continué cayendo.
Estallé en mil pedazos
y me dio igual, me dejé arrastrar.
Sin rumbo, sumergiéndome en la corriente.
Pero continué.
Y eso es lo necesario: seguir siempre.
Al principio la dirección es irrelevante,
lo importante es hacia delante.
Y así me juré a mí misma
que nunca más.
Recogí como pude trozo a trozo y los uní con paciencia,
respetándome;
cuidándome.
Por primera vez confié ante todo en mí y no tanto en los demás.
Me hice a mí misma,
luché hasta encontrar las ganas,
construí una realidad en la que el dolor era soportable
y la mentira se distinguía con claridad de la verdad.
Claro que he cambiado, quién no.
Es imposible recomponer lo que se ha roto y dejarlo como antes;
habrá fisuras,
y partes que se pierdan para siempre.
Claro que he cambiado, pero no hay nada malo en ello.
Cambiar es en realidad aprender a crecer.
Y crecer es imprescindible para sobrevivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario